LA INTERNACIONALIDAD Y EL TRABAJO EN CONJUNTO ES UNA GRAN RIQUEZA DE SANTA CRUZ
Las dos semanas que he pasado en Panamá han sido momentos de encuentro que me permiten tomar las palabras del Papa Francisco a los sacerdotes, religiosos, religiosas y a los movimientos laicales el sábado 26 de enero en la Catedral Santa María la Antigua en la ciudad de Panamá: “Dame de beber” significa reconocer que necesitamos que el Espíritu nos transforme en hombres memoriosos de un encuentro.
Este tiempo en Panamá ha marcado mi vida como religioso en formación, pues han sido momentos de compartir la vida y la fe en Dios. Cada vez más me convenzo de que Dios siempre nos sorprende y hay que dejarnos sorprender por Él, y eso fue lo que hice en Panamá. El Señor ha tenido detalles de sorpresa, pues los gestos de bienvenida y acogida de los panameños en todos los lugares en que hemos estado (Río Indio, Miguel de la Borda, Nuevo Veraguas, Colon, La Cabima) han sido de mucha alegría, entusiasmo y cariño. Los panameños y panameñas veían a los peregrinos como si fuésemos Jesús, como si Jesús mismo los visitara. Me siento agradecido con el Señor por todo el cariño y la apertura de las personas que nos han recibido. Me llamó la atención la convivencia fraterna y amable de católicos con personas de otros credos como judíos y musulmanes, incluso evangélicos, que regalaron agua y acogieron a los peregrinos en sus mezquitas, sinagogas e Iglesias.
Durante la Jornada Mundial, la Congregación habilitó un Stand en la Feria Vocacional “Sígueme” donde los jóvenes podían acercarse, hacer preguntas, compartir su vida de Fe. Los jóvenes que se acercaban al stand de la Congregación se mostraban interesados para responder a la inquietud que Dios ha puesto en sus corazones. Como Congregación hicimos un buen equipo de trabajo, recibíamos a los peregrinos en 6 idiomas, y veníamos de 9 países en donde está Santa Cruz. Esto me ha permitido apreciar la riqueza de la internacionalidad y del trabajo en conjunto.
A los encuentros con el papa Francisco había que caminar mucho, beber mucha agua y protegerse del sol. Soportar estas condiciones valía la pena, nos sentíamos parte de esta fiesta de la juventud peregrina y de todo el pueblo panameño. Ahora, como religiosos, nos queda la tarea de seguir trabajando con los y las jóvenes en la Iglesia para que ella rejuvenezca y se alegre cada día por el don de la vida. En mi memoria ha quedado el recuerdo de tantos rostros de personas con las que he compartido estas intensas dos semanas de encuentros. El centro de todo ha sido Jesús y el cariño ha sido desmedido porque nos ha unido el Espíritu Santo, el amor. Tengo presente particularmente los rostros de la familia de Griselda que me acogió y la familia de Ignacio que me transportaba, me quedo agradecido con ellos por todos los detalles de cariño conmigo.
Gracias a Dios y a Santa Cruz por esta experiencia renovadora y vivificadora que he podido vivir en Panamá donde Pedro ha confirmado nuestra fe.
[Jim Gutiérrez | Perú]